sábado, 28 de julio de 2012

Nuestro día está por llegar.



Veintidos, un día más en el calendario y aquí estoy yo, anticipando la llegada del día después de mañana. Y parece que hubiese sido ayer en que me fijé en tu mirada por primera vez. Tan sólo éramos unas chicas sin terminarse de criar, viendo la vida como un eterno resplandor y acariciando las mieles del amor como si fuera un exquisito pie que apenas empezábamos a probar.

Divina fue la forma en que te adentraste en mis entrañas; divino fue el placer que me proporcionaron tus inexpertos labios; divina tu capacidad de hacer latir, más que al corazón, al alma, y divinas fueron tus palabras, que en la distancia, siempre albergaron mis miedos y desasosiegos.

Hoy recordarte me sabe a agridulce. Estás tan cerca, pero tan lejos; amándome y sin poder besarme; soñándome y sin poder hablarme; deseándome y sin poder tocarme. Te aíslas en un mundo diferente al mío, llenando de incertidumbre el futuro de nuestros días y queriendo transformar nuestro amor en un recuerdo de pasiones escondidas que vivieron en constante agonía.

Amarte más no pude, y las ansias de querer amarte a diario quizás no bastaron para ser motivo de lucha. Fui paciente, pero débil; soñadora, pero poco fuerte. Amarte ha sido una travesía y olvidarte un verdadero desafío. Nuestro día está por llegar, pero qué triste será despertar y saber que a mi lado ya no estás.

Annabel Lee.

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