domingo, 23 de junio de 2013

Lienzo de piel.




El sol desaparecía y la tarde iba cerrando sus puertas,
mientras la luna despertaba y la noche daba paso a un cielo estrellado.
La ocasión prometía ser una artística obra de amor; nuestros cuerpos serían el lienzo, y nuestros besos y caricias la tinta de la pasión.

Era esa, tu piel, una tersa tela que combinaba muy bien con mi cálido cuerpo terciopelo.
Los colores de tus besos eran intensos; pasaban del más suave rosa, al rojo carmín apasionado. Juro que nunca quisiera borrar la tinta que dejaron ellos en mí.

Toda la noche encendimos la luz del amor, e hizo de este episodio una velada brillante.
Tus dedos jugaron a ser pinceles, que dibujaron a su antojo a través de toda mi piel los deseos más inimaginables que guardabas dentro de tu ser.

Mi piel fue el mejor lienzo donde supiste dibujar el paisaje de tus sueños húmedos.
Creaste la primera obra de amor que nadie jamás antes dibujó  en mí, y la hiciste perfecta, única; con las mejores tonalidades de tus tintas, esas que brotaban de tu cuerpo y se impregnaban en mi ser como un tatuaje permanente.